Diego Valderas (Bollullos Par del Condado, Huelva, 1953) es un clásico de la política andaluza. Fajado en mil batallas, ya que comenzó su andadura como militante sindical de CC.OO. en la década de los setenta, su relación con el Parlamento andaluz, al que accedió en 1987, ha sido intensa e incluso llegó a presidirlo desde 1994 hasta 1996, cuando finalizó la V Legislatura.
Es coordinador regional de IU-LVCA desde 2000 , y pese a quedarse en las pasadas elecciones fuera del Parlamento por ir como cabeza lista por Huelva, vuelve a repetir por su provincia natal, pese a haber intentado concurrir por Sevilla, aunque la oposición de los miembros del partido en esta provincia lo impidió. El reto de la coalición en las presentes elecciones pasa por superar los seis escaños cosechados en las anteriores elecciones e intentar alejarlo más posible el bipartidismo.
Para ello cuentan con el espíritu luchador de Valderas, ya que es un hombre, cuya vida ha estado marcada por esa constante necesidad de superación y de hacerse a sí mismo. La temprana muerte de sus padres le arrojó a la vida cuando aún era muy joven. Tuvo que abandonar sus estudios, buscarse un trabajo, hacerse a sí mismo superando cualquier tipo de adversidad
Y es que no entiende la política sino como riesgo y compromiso con uno mismo y hacia los demás. Quince años alcalde de su pueblo, Bollullos Par del Condado, y con mayorías absolutas, no han variado su carácter sencillo, cercano al pueblo y a los problemas de los ciudadanos. Sencillez y campechanía que mantuvo incluso cuando ocupó la presidencia del Parlamento andaluz: En el recuerdo de muchos permanece la escena en la que Valderas, en un debate parlamentario y al empezar a nombrar a los diputados para votar, no pudo contener una risa que terminó contagiando a todos.
Tremendamente familiar, tiene tres hijos. Aficionado al cine y a la lectura, destaca su pericia en un juego que requiere de mucha táctica, el ajedrez. Se sabe un pequeño peón ante las torres que defienden la mayoría absoluta de Manuel Chaves, pero sabe que en la política, como en el ajedrez, no hay pieza inútil, por muy humilde que pueda parecer.